Ayer paseaba en la noche por el Malecón, recorrí el tramo de Prado a Belascoaín, mientras disfrutaba del viento y la alegría de los que allí se reúnen para pasar un rato agradable. Caminaba al tiempo que escuchaba conversaciones, canciones, pregones y hasta danzas; iba observando la arquitectura, una mezcla de antaño y modernidad.
Este ambiente impregnado de genuina cubanía, me hacía recordar las confesiones de Jesús, mi amigo de la secundaria que emigró a Francia y que recientemente regresó a visitar a la familia y los amigos cuando le propuse un encuentro con algunos de nuestros compañeros de aula en este lugar, melancólico nos expresó que sentarse a compartir en el Malecón era una de las cosas de Cuba que más extrañaba, este mismo criterio lo he visto en Facebook varias veces expresado por cubanos emigrados; pero el sentimiento te sobrecoge cuando alguien cercano te lo confiesa y te…
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