Por: Carlos Lage Codorniu
Mi niñez y mi adolescencia (como la de mis hermanos) estuvo marcada por la cercanía de Fidel. Eran los años «duros» del Período Especial y mi papá pasaba muchas horas con él. Al finalizar el día (o al empezar), sobre las 4am, Fidel dejaba a mi papá en la casa y allí seguía la tertulia como si fuera mediodía, en muchas ocasiones con mi abuela Iris.
A nosotros nos despertaron las primeras veces para saludar al Comandante, pero fue imposible después, por lo repetido. Cuando salíamos para la escuela y veíamos un par de vasos en la mesa del comedor decíamos: «en la madrugada estuvo Fidel».
Esa relación llegó a ser familiar y muy íntima. Fidel admiró mucho a mi padre y nos trasmitió esa admiración a nosotros. Si no, no pudiera escribir lo que escribo. Y admiró profundamente a una familia que sentimos cómo hizo…
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