Nosotros, hombres y mujeres de Nuestra América sabemos que el Ecuador se enfrentará el 2 de abril a una batalla decisiva. Sabemos que es muchísimo lo que está en juego, porque del resultado de esa compulsa electoral dependerá no sólo su futuro al optar por profundizar el camino iniciado hace diez años o apostar a un regreso sin gloria a los años que precedieron el “feriado bancario” y la previsible debacle económica, desintegración social e inestabilidad y violencia políticas.
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