
Como cuando el papá avisa repentinamente que va para la casa y los hijos corren a poner orden: así. Rex Tillerson anuncia el 26 de enero de 2018 la gira que iniciaría el primero de febrero por cuatro de los países más subordinados a los Estados Unidos en la región suramericana.
Tres días después, Juan Manuel Santos se levanta de la mesa de diálogo con el ELN y la Fuerza Aérea Colombiana bombardea un resguardo indígena so pretexto de estar ejecutando una acción contraguerrilla. Para despedir al papá, los muchachos se paran en la puerta y le prometen seguirse portando bien.
Tillerson cierra su gira y ese mismo día en República Dominicana, el vocero de la oposición venezolana, Julio Borges, se niega a firmar el acuerdo que garantizaría la convivencia pacífica con el Gobierno venezolano a pesar de haber sido preacordado en la mesa, sin escuchar al expresidente español Rodríguez Zapatero quien así le solicitó públicamente:
“Le pido, pensando en la paz y la democracia, que su organización suscriba formalmente el acuerdo que le remito, una vez que el Gobierno se ha comprometido a respetar escrupulosamente lo acordado”.
Al día siguiente, como para demostrar que entendió las instrucciones, Juan Manuel Santos anuncia nuevas resoluciones de su gobierno para la frontera con Venezuela; una de ellas es el traslado de tropas.