Modelos para una «injerencia» humanitaria» en Venezuela: casos y elementos

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Misión Verdad

En el entendido de que la situación económica y social venezolana atraviesa dificultades complejas, muchas de sus causas se originan en acciones concretas por parte del entramado político empresarial conectado a los intereses transnacionales de la guerra en Venezuela que han provocado daños a la moneda, acaparamiento y especulación con alimentos y medicinas, desvalijamiento de la industria petrolera, sabotaje a los servicios públicos y violencia paramilitar.

Tal situación es caldo de cultivo para la declaración de «emergencia humanitaria» por parte de actores multilaterales como la OEA, el Consejo de Seguridad de la ONU y los posteriores amagues de una intervención basada en la «responsabilidad de proteger» (R2P), que es una figura ilegal adherida a la narrativa institucional de la ONU. La mediática corporativa azuza la intervención ocultando y demonizando tanto las acciones del Gobierno venezolano (reconversión monetaria, implementación de la criptomoneda Petro, importación de medicinas y alimentos, Carnet de la Patria, entre otros) como las consecuencias de las acciones «humanitarias» encabezadas por EEUU y sus aliados en otros escenarios globales.

Dado el lobby local y foráneo, constituido por ONGs, partidos de la ultraderecha y operadores políticos como Luis Almagro y Marco Rubio, quienes pujan por la aplicación de esta variante militar como «salida política» a la crisis venezolana, volvamos a tres casos que demuestran por qué la «ayuda humanitaria» de EEUU no ayuda.

La «eterna crisis» de Haití

La crisis humanitaria de este país se puede leer por fascículos debido a que EEUU ha intervenido en sus conflictos internos mediante invasiones armadas desde hace poco más de un siglo, así fue desde 1915 hasta 2010 luego del terremoto que devastó la isla y cobró 222 mil 570 vidas. En esta última oportunidad, EEUU asumió el control de operaciones del país con la excusa humanitaria e instaló con la ONU una misión en Haití (MINUTASH) con más de 7 mil uniformados, entre soldados y policías llamados «Cascos azules» o «Policías de la paz».

Contra ellos hubo más de 480 denuncias registradas entre 2008 y 2013 debido a que intercambiaban mercancías de primera necesidad por sexo, en un contexto de hambruna y desesperación. La MINUSTAH fue demandada por introducir el cólera en Haití a fines de 2010, dicha enfermedad mató a más de 8 mil personas y enfermó a más de 650 mil, casi el 7% de la población.

Se dice que ONGs como la Cruz Roja sólo construyeron seis casas en Haití con 500 millones de dólares en donaciones, después de prometer construir 130 mil. Además de los muertos por cólera, heridos por represión de la MINUSTAH y mujeres abusadas, el saldo del «apoyo humanitario» fueron costosos proyectos de reconstrucción, viviendas inhabitables y carreteras innecesarias donde los fondos danzaron entre fundaciones como la de los Clinton, constructoras, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Departamento de Estado dirigido en ese entonces por Hillary Clinton y la OEA.

La desarticulación de Somalia

Las recomendaciones y el fiel cumplimiento por parte del dictador somalí Mohamed Siad Barre, cuyas políticas obedecieron a petroleras estadounidenses, originaron y dieron continuidad a la situación de guerra interna que dicho país vive desde los 90s. El abandono de los cultivos de subsistencia, la destrucción de sus sistemas tradicionales en ganadería, reducción extrema de los presupuestos de sanidad y educación agudizaron la situación de hambruna y desarticularon cualquier noción de tejido social.

Durante la intervención militar del año 93, los fondos destinados a la «ayuda humanitaria» se invirtieron en construcciones seguras para el personal de EEUU y la ONU, mientras que las bombas destruyeron infraestructuras vitales como fábricas, hospitales y locales de organizaciones humanitarias, los medios de comunicación callaban. Diez años después el hambre y la crisis sanitaria en el país africano era 10 veces peor que al principio de la guerra, cuando supuestamente la «ayuda humanitaria» era para curar estos problemas.

La USAID financió al Cuerno de África con 1 mil millones de dólares en 2018 y en abril de ese año el ejército estadounidense desplegó decenas de soldados para entrenar a las fuerzas que combaten al grupo militante islámico Al-Shabab, derivado de los Warlords y estrechamente vinculado a Al-Qaeda.

La «ayuda humanitaria» funcionó como una excusa para mantener militarizados los recursos naturales y «balcanizados» los países en el Cuerno de África.

Hambre y fuego en Sudán del Sur

Aunque el intervencionismo en África es de larga data, se intensificó cuando la administración Clinton creó la Iniciativa Estadounidense de Respuesta a las Crisis Africanas (ACRI), que luego fue llamada «African Contingency Operations Training and Asistance» por la administración Bush en 2001, que duplicó su presupuesto.

Más que la lucha por el control de los abundantes recursos naturales del país, especialmente el petróleo, el acelerante clave en el conflicto sudanés es la destrucción del Estado-nación para imponer un nuevo orden global que deseche las formas democráticas. War crimes shouldn’t pay. Stopping the Looting and destruction in South Sudan («Los crímenes de guerra no deberían pagar. Detener el saqueo y la destrucción de Sudán del Sur») es uno de los informes publicados por The Sentry, el cual dice que dicha crisis se debe al flujo constante de fondos desde la petrolera estatal, Nile Petroleum Corporation (Nilepet), hacia las milicias vinculadas a crímenes de guerra. Tales fondos sirven también para pagar a grupos armados por compañías propiedad de altos funcionarios del gobierno de Sudán del Sur y sus familiares.

Con esta crisis humanitaria creada desde el mismo Estado, el que fue el país más joven del mundo en 2011, se vio envuelto en una nueva guerra que ha provocado decenas de miles de muertos y ha desplazado a más de 4 millones de personas desde diciembre de 2013, cientos de niñas y niños son alistados como soldados por distintos grupos armados.

Países vecinos como Kenia y Uganda apoyan el conflicto en Sudán del Sur y obtienen beneficios tanto del entramado de fondos «humanitarios» como del dinero del comercio de armas que pasa por sus bancos, grandes cantidades de armas entran a Sudán del Sur a través de estos dos Estados.

Modelo para armar una «crisis humanitaria»

Hemos reiterado que la operación que se desarrolla en Venezuela busca llevarla a la condición de «Estado fallido». Todo el relato de «crisis humanitaria» busca crear la atmósfera propicia para la intervención. Sin embargo queda claro que la conformación de dicho relato requiere de algunos elementos que ya hemos descrito en los casos anteriormente descritos:

  • Subordinación de la población mediante la inducción del caos y la degradación moral que motive a que ella misma implore por la ocupación como apuesta de orden.
  • Agresiva propaganda y guerra sucia con el objeto de procurar fondos «humanitarios» que terminan enriqueciendo a operadores ONGs, actores políticos, corporaciones, fundaciones y mafias de funcionarios en organismos multilaterales.
  • Aceleración de los mecanismos económicos de despojo neoliberal mediante medidas de ajuste y endeudamiento que afectan a la población asalariada y desaparecen al Estado como actor económico: a esto responde el plan de políticos colombianos y venezolanos que desde ya negocian 60 mil millones de dólares de deuda para la Venezuela «post-Maduro».
  • Intervención clara y notoria de corporaciones extractivas cuyos intereses geopolíticos motivan el estado de excepción y guerra permanente en países ricos en recursos naturales o ubicación geoestratégica (Venezuela tiene ambas características), lo que se constata en la amenaza del embargo petrolero por parte de ConocoPhillips a Venezuela.
  • Influencia y presión a las naciones vecinas tuteladas para que apoyen la narrativa que conviene al establishment estadounidense e incursionen en aventuras injerencistas directas o indirectas. Tal es el caso de Colombia, Brasil y otros miembros del Grupo de Lima.

Estos elementos orbitan alrededor de la «crisis humanitaria» que se pretende proyectar en Venezuela, es un modelo para armar que da resultados en la medida en que aumenta la agresividad y aparece la oportunidad para activar los elementos nombrados.

Actores políticos nacionales como Antonio Ledezma, Julio Borges, Carlos Vecchio o David Smolansky, además de la derecha mayamera encabezada por Marco Rubio, y las oligarquías latinoamericanas, operan en conjunto con corporaciones para que la intervención resulte, además de un buen negocio, una acción que sirva como escarmiento para quienes en el resto de la región se atrevan a intentar salir del permanente plan estadounidense: rescatar al capitalismo de su decadencia inminente.

 

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