Escrito por Arnaldo Musa/CubaSí
Tal como se esperaba, el pueblo venezolano dio un voto de confianza a Nicolás Maduro, al reelegirlo holgadamente como Presidente de la nación suramericana, para el período 2019-25, en comicios que se destacaron por su transparencia y cuyos resultados constituyen acicate para otras naciones cuyos gobiernos imponen un neoliberalismo solo favorable para quienes más tienen, de ahí el empeño de Estados Unidos por deponer al gobierno de Caracas.
Maduro obtuvo el 67,7% de los votos de los más de nueve millones de personas que acudieron a las urnas, el 48% de los votantes, con gran ventaja sobre su más cercano contrincante, Henri Falcón, quien logró el 21,1%. Muy por detrás quedaron Javier Bertucci y Reinaldo Quijada.
Para el evento estaban convocados 20 526 978 votantes para elegir entre cuatro candidatos presidenciales y 251 legisladores estatales.
Aunque ciertas redes trasmitieron informaciones falsas sobre el proceso, incluso con fotografías montadas, lo cierto es que la jornada transcurrió virtualmente placentera, con pequeñas incidencias, nada válidas para cuestionar la victoria del candidato del Frente Amplio de la Patria, de acuerdo a los observadores internacionales.
Maduro, quien convocó al diálogo nacional para lograr la paz, elaboró su campaña con la promesa de mantener la lucha contra la guerra económica desatada por el imperialismo, que ahora tendrá nuevas facetas, mientras los demás candidatos admitieron que, de haber vencido, estrecharían relaciones con Estados Unidos, obviando que este tiene bloqueado económicamente a Venezuela, por lo cual aceptarían envíos de ayuda humanitaria, cuando no existe esa condición en el país y que es solo válido para la tergiversada propaganda contrarrevolucionaria.
Asimismo, aunque los candidatos opositores desestimaron el llamado imperial a no presentarse en los comicios, hay evidencias de que están de acuerdo con los planes injerencistas e intentaron infructuosamente de unificar los esfuerzos para presentar un frente común contra el victorioso chavismo.
Mientras Maduro espera para intensificar la lucha contra la guerra económica, los candidatos opositores, de una u otra manera, y a pesar de que, según personalidades como el ex presidente español Rodríguez Zapatero los calificó de hombres honorables, sobre todo a Falcón, estos políticos han estado muy ligados a la oligarquía de su país, que desde 1950 hasta la llegada de Hugo Chávez al poder, se robaron las principales riquezas del país.
Lo cierto es que mientras Maduro lucha contra el acaparamiento cambiario, la oligarquía responde fielmente con acaparamiento masivo y contrabando de extracción, sin quejas de los adalides de la oposición.
LOS HIJOS, Y NO DE DIOS…
… como los de las favelas brasileñas, esquilmados, explotados y finalmente muertos y olvidados. Estos nadan en dinero, como los tiburones que salpican a las sardinas que les son sumisas.
Óscar Zuloaga fundó el Banco Provincial gracias a la relación que había tenido con los banqueros franceses del Credit Lyonnais, mientras le llevaba los negocios a la Iron Mines y la Orinoco Minning, empresas norteamericanas que saquearon hierro y bauxita en el estado de Bolívar por más de 30 años.
Gracias a Pedro Tinoco, encargado de negocios de Nelson Rockefeller, el Banco Mercantil pasó a manos de la poderosa familia Vollmer, la que produce el Ron Santa Teresa.
La familia Mendoza, gracias a la Cisneros, consiguió articularse con la oligarquía estadounidense de los Mills (creadores de la empresa de molinos más grande del mundo: Pillsbury Mills). Gracias a ese contacto, consiguieron importar los molinos que hoy trituran trigo y maíz para la fabricación de arepas y pasapalos (Doritos, Ruffles, etc.).
Aunque quedan muchos de estos parásitos (los Pérez-Dupuy, los Velutini, los Phelps, los Stelling, los Domínguez, etc.), la oligarquía descrita en los párrafos anteriores tuvo un papel protagónico en las rápidas gestiones que permitieron el acceso de las trasnacionales de Estados Unidos y Europa (Pfizer, Bayer, Procter & Gamble, Fritz, Heinz, Colgate-Palmolive, Nestlé, General Mills, Cargill, etc.) en el territorio venezolano, constituyendo un mecanismo violento de fuga de capitales (la mal llamada «repatriación de ganancias») acompañado por el subsidio estatal para importar materia prima y maquinarias.
Subrayo, desde la década del ’50 en adelante la migración del parasitismo hacia el sector financiero se hacía notar, proyectando nuevos modelos de acumulación a partir de la expoliación especulativa de la renta petrolera que se reforzarían en la década de 1980.
Contra esta oligarquía y aquellos que crearon e impulsan la guerra económica, el pueblo dio el voto de confianza para que el mandatario reelecto este domingo mantenga su política de desmontar el andamiaje contra la Patria de Bolívar, que ha costado miles de millones de dólares al país en recursos dilapidados que podrían haberse aprovechado para el bien común, sin mencionar los graves daños humanos y materiales causados por las fracasadas “guarimbas”.