Los siete pecados capitales estadounidenses contra China.

Ilustración: CNN.

Estados Unidos ve en China una amenaza a su estatus de primera potencia mundial. El marcado declive del poderío hegemónico de los norteamericanos, conjugado con el vertiginoso ascenso de la economía china al segundo lugar global, y la creciente influencia política de la nación asiática en la arena internacional, son el caldo de cultivo de políticas estadounidenses agresivas que ponen en peligro la paz y estabilidad mundial.

La llegada al poder en enero de 2017 de Donald Trump, un magnate sin experiencia política alguna, estuvo dada por la decepción acumulada por los votantes norteamericanos con el establishment y un marcado giro hacia la derecha impulsado por los grupos más conservadores dentro de esa sociedad.

El eslogan de campaña de Trump, Make America Great Again, dejaba entrever que China pasaría a ser de ¨Un amigo ante la confrontación¨ a convertirse en el ¨enemigo número uno¨. Desde los primeros momentos, los esfuerzos de la administración Trump han estado dirigidos a coartar el desarrollo económico chino mediante sanciones comerciales, mientras en el frente político ha desplegado una feroz campaña de descrédito e injerencia en los asuntos internos del país asiático. El estallido de la pandemia del nuevo coronavirus en Wuhan avivó las llamas de un incendio que podría alcanzar proporciones bíblicas. Hemos separado las distintas acciones. Durante este periodo, los Estados Unidos han cometido múltiples errores, o, como pudiéramos llamarles, siete pecados capitales.

Primer pecado: campaña de difamación y calumnias contra China

Este 2020 está destinado a ser un año que traerá grandes cambios en el mundo, y el detonante fue el ataque repentino del nuevo coronavirus, denominado SARS-CoV-2, cuyas características aún escapan a la comprensión humana. Cuando la COVID-19 se convirtió en pandemia, golpeando a casi todos los países del mundo, sus respectivos gobiernos comenzaron a tomar medidas para enfrentar el doble desafío de combatir la epidemia y la recesión económica.

Pero Estados Unidos hizo caso omiso a las alertas. Cuando comenzó el brote del coronavirus en China, se acomodó en su sillón de espectador, comiendo palomitas de maíz, esperando presenciar la debacle de la economía china. Mientras acusaba reiteradamente al Gobierno chino de ocultar información, acusaba a los chinos de causar la epidemia por consumir animales salvajes, y atacaba ferozmente las medidas chinas, pues, según ellos, violaban los principios de democracia y libertad.

La pandemia atacó Estados Unidos justo cuando China lograba la contención de la misma, pero Trump no estaba dispuesto a aceptar que los chinos hubieran tenido buenos resultados. Por el contrario, comenzó una campaña de estigmatización, reflejada en su constante uso del término «virus chino».
Los estudios han demostrado que el nuevo coronavirus no se originó en Wuhan.

“Las mutaciones en la proteína de la superficie pueden haber desencadenado la pandemia, pero antes de acumularse en la situación actual, la versión más débil del virus ha estado circulando en la población durante varios años, incluso décadas”. La Organización Mundial de la Salud estipula que ningún virus puede llevar el nombre de países y regiones, pero Trump insistió en decir virus chino.

Su propósito no era otro que desviar la atención sobre los evidentes errores de su política contra la COVID-19 que han llevado a los Estados Unidos al triste liderazgo en casos y muertes a nivel mundial. Acusar a China es la vía de escape para evitar que su mal desempeño le pase factura en las venideras elecciones.

La realidad es que el Gobierno chino compartió desde un primer momento toda la información, incluso un mapa genético completo del nuevo coronavirus en fecha tan temprana como enero de 2020, pidió a los demás países crear estrategias conjuntas para luchar contra esta nueva amenaza y ha enviado equipamiento, insumos e incluso doctores a muchos países.

Entonces, ¿cuál es la verdadera razón para desacreditar a China?

El rápido crecimiento de la economía de China en los últimos años la ha llevado a jugar un papel cada vez más importante en el escenario económico mundial. Los países occidentales, encabezados por Estados Unidos, siempre han sido hostiles al «ascenso de China», motivados por diferencias políticas e ideológicas.

Acostumbrados al saqueo, tienen grandes problemas para entender las estrategias de desarrollo pacífico defendidas por China, dirigidas a crear un mundo multipolar, de un destino común compartido. El AmericaFirst de Trump es la muestra más visible de las corrientes populistas y unilaterales que permean al mundo occidental, motivo principal del aumento de la animosidad contra el gigante asiático.

Estados Unidos, fiel a su rol hollywoodense de salvador del mundo, no puede permitir que China asuma el liderazgo en la lucha contra la COVID-19, de ahí sus intentos de desacreditar todas las iniciativas chinas mediante falacias y argumentos infundados.

Segundo: interferir en los asuntos internos de otros países

La continua interferencia de Estados Unidos en los asuntos internos de otros países busca provocar divisiones y derrocar gobiernos que no le son afines a sus intereses. Los intentos desestabilizadores en Cuba y Venezuela, por solo citar dos, son ejemplos fehacientes de esta política.

En el caso chino, ha utilizado por años la situación interna de Hong Kong como un peón en su política contra la nación asiática. Esta región ha pertenecido a China desde tiempos inmemoriales, pero esta verdad no ha detenido los descarados intentos injerencistas estadounidenses, quienes promueven, incitan y financian intentos desestabilizadores cada vez que pueden. Altos funcionarios de la administración Trump, como su vicepresidente, su secretario de Estado y su exasesor John Bolton incluso se han reunido con líderes de la oposición hongkonesa para discutir los asuntos internos de esta región.

Los disturbios de 2019 acapararon los cintillos de los medios occidentales, con informaciones evidentemente manipuladas. La ley de Seguridad Nacional para la Región Administrativa Especial de Hong Kong en este 2020, imprescindible para la gobernanza pacífica de la región, fue el detonante para una serie de sanciones norteamericanas contra funcionarios y entidades de China, la revocación del estatus de preferencia comercial especial y más tarde, la prohibición de la importación de artículos ¨Made in Hong Kong¨ a los Estados Unidos.

Los grandes medios occidentales comenzaron una despiadada campaña contra China, acusándola de haber violado el principio de Un País, Dos Sistemas que rige las relaciones entre la región y la parte continental. Existen leyes similares en Occidente, incluso más estrictas como es en el caso de los Estados Unidos, pero en franco uso de un doble rasero, las grandes potencias se rasgaron sus vestiduras y acusaron a China con toda vehemencia.

Tercero: sanciones unilaterales contra empresas chinas

A todo lo largo de la historia de la humanidad, la innovación determina la dirección de la civilización. En un periodo de tiempo relativamente corto China pasó de consumidor a productor y más tarde a innovador. El desarrollo de la tecnología 5G por parte de empresas chinas marca un hito importante en las relaciones económicas globales por las increíbles posibilidades que genera. Pero esto es visto como una gran amenaza por parte de los gigantes tecnológicos estadounidenses, quienes se han quedado atrás en este campo.

Por lo que su Gobierno recurre a las sanciones para, inescrupulosamente, tratar de frenar el impetuoso avance chino en este campo. La empresa china Huawei ha sido objeto de sanciones de todo tipo, incluso a expensas de los propios intereses norteamericanos y de las cadenas de producción global.

Primero fue la prohibición a entidades gubernamentales de usar ningún elemento producido por Huawei, luego la restricción de las compras de componentes o software, para finalmente incluir a 38 subsidiarias de Huawei en 21 países en la «lista de entidades prohibidas».

En respuesta a la represión de Huawei por parte de Estados Unidos, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China ha declarado que lo que ha hecho Estados Unidos viola todos los principios de competencia leal que Estados Unidos siempre dicho seguir, y las reglas del comercio internacional, lo que inevitablemente dañará los intereses nacionales de Estados Unidos y su imagen global. El último ejemplo ha sido las prohibiciones contra la aplicación TikTok, de la empresa china ByteDance, que deberá suspender operaciones en Estados Unidos o aceptar ser vendida a un competidor norteamericano.

Cuarto: provocación militar

A pesar de la grave crisis sanitaria a consecuencia de la pandemia, la administración Trump no ha reducido la intensidad de las provocaciones militares contra otros países, e incluso la ha intensificado. Sus tropas siguen participando en provocaciones militares en el Mar Meridional de China y el Mar Oriental de China.

Enviaron buques de guerra, aviones de combate y aviones de reconocimiento a navegar por las aguas cercanas a China, e incluso sus aviones de combate volaron a una distancia de unas 41,3 millas náuticas de China, lo que representa una grave amenaza para la soberanía de China. Además, Estados Unidos volvió a vender armas a la región china de Taiwan, en una clara violación de convenios bilaterales. China ha mantenido la calma, pero sus tropas están listas para repeler cualquier agresión foránea.

Quinto: la ineficaz política de EE. UU para enfrentar la pandemia

En la actualidad, Estados Unidos tiene más de 6 millones de casos confirmados de COVID-19, siendo el país con mayor número de infectados en el mundo. La epidemia todavía se está extendiendo y la cifra de muertos sigue aumentando, lo que es inseparable de la arrogancia del Gobierno de los Estados Unidos y su ineficaz política antiepidémica.

Primero fue ignorar las alertas sobre las terribles consecuencias que traería no prepararse para enfrentar esta nueva enfermedad. Luego Trump colocó la economía por encima de las vidas humanas, e hizo todo lo posible por levantar las restricciones de movimiento para que las empresas siguieran produciendo.

Todo lo que ha hecho tiene un marcado interés electoral, sin prestar atención a las opiniones de expertos, políticos o la comunidad internacional. Para satisfacer a su base electoral y fomentar su imagen de hombre duro, Trump intensifica sus ataques contra el único enemigo lo suficientemente poderoso, militar y económicamente, China. Su ilusión es que el sentimiento patriotero de los norteamericanos se imponga sobre la razón, y se unan en torno a él, y así ganar las elecciones de noviembre.

Sexto: la muerte de George Floyd y el doble rasero de «derechos humanos»

Este año, el video del afroamericano George Freud muriendo asfixiado durante su arresto conmocionó al mundo. El problema del racismo sistémico en los Estados Unidos afloró nuevamente con nuevos bríos, pero Trump, en lugar de tratar de apaciguar los ánimos, adoptó una política agresiva contra su propio pueblo, avivando la división y la confrontación.

Mientras cada día las imágenes mostraban las violaciones constantes de los derechos humanos de las minorías estadounidenses, la administración Trump, otra vez usando sus dobles estándares y sin tan siquiera visitar el lugar, acusaba a China de tener campos de concentración en la región de Xinjiang contra los uygures, calumnió a la policía hongkonesa y llamó héroes a los que incitaron los disturbios sociales en esa región administrativa especial.

La violenta represión de los manifestantes en las calles de muchas ciudades estadounidenses contrasta grandemente con la restricción aplicada por la policía de Hong Kong, pero los medios occidentales no muestran esa realidad y distorsionan los hechos para seguir agrediendo a China.

Séptimo: el auge de la política exterior aislacionista

Desde que Trump llegó a la presidencia, los Estados Unidos han aplicado una política exterior aislacionista. Contra todos aquellos que se le oponen han aplicado sanciones, e incluso les han dado la espalda a sus socios tradicionales.

En los últimos años, Estados Unidos se ha retirado de más de una docena de organizaciones internacionales, incluida la UNESCO, la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, el Acuerdo Nuclear de Irán, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud. La administración Trump ya no respeta el orden y el sistema internacionales y se ha ganado enemigos en todas partes de la comunidad internacional, aislándose cada vez más del mundo.

En resumen, Trump siguió siendo el hombre empresario y no ha sabido asumir el rol de presidente de un país tan importante como eran los Estados Unidos a nivel mundial. Sus acciones denuncian su falta de visión política, tanto a lo interno como a lo externo. Los Estados Unidos han dejado de cumplir con sus obligaciones de superpotencia mundial y abandonado aliados. Solo queda esperar a ver si retoman el rumbo pasadas las elecciones de noviembre.

Tomado de Cubadebate.

 

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